Pfani Bogavante, la superheroína de todas las lesbianas, con sus rastas, sus hermosos 100 kg y sus anillos, pulseras, collares, pendientes y demás bisutería que le flipa ponerse, vive en Madrid, una ciudad que en misma cantidad, unas veces es un cohete que despunta y otras tantas parece despegar pero pierde fueza y cae. Para la "Langosta", como la llaman algunas, Madrid es un 'déjate llevar', tanto hacia arriba como derecha al suelo y en picado.
No puede evitar ponerse canchonda recordando el último polvo con Salik. Salik era una chico de unos 20 años que había conocido en OS II, un curioso nombre para un curioso bar. Aunque era un hombre, a Pfani Bogavante le gustó comerle la polla, saborearla, ¡pero sin tragarse el semen! Las últimas veces que lo había probado, aquellos chicos debían haber comido algo asqueroso, su sabor era horrible, y no quería tentar a la suerte y hacer conjeturas acerca de lo que Salik había comido en el día.
Hoy es Martes, y Pfani Bogavante trabaja en Kirico. No es día de desnudos, así que con la ropa que lleva basta. Tal vez cante Where is the what if the what is in why, ese tema que le gusta tanto de Moloko; y tal vez, mientras, se saque una bola de luz del coño o suba con sus tacones de aguaja, a las mesas de los asistentes. Ninguna noche es igual para Pfani Bogavante.
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